El estrecho vínculo entre amor y fe
Cuando el amor se enfríe en ti y deje de darte frutos de felicidad. ¡aférrate a la fe y espera pacientemente! ¡Aférrate con perseverancia a tu fe! Y espera, aunque pasen los años, hasta que el amor vuelva a brotar de la fe.
La fe es el cimiento del amor. ¡Esfuérzate en mantener encendida tu fe! ¡Vigila que la semilla del amor, que es propia de la fe, crezca en ti y te dé frutos de felicidad! Porque la fe sola, sin amor, es fría y triste. Cuando el amor se enfríe en ti y deje de darte frutos de felicidad. ¡aférrate a la fe y espera pacientemente! ¡Aférrate con perseverancia a tu fe! Y espera, aunque pasen los años, hasta que el amor vuelva a brotar de la fe.
Si pierdes el amor, has perdido mucho. Y si pierdes la fe, habrás perdido absolutamente todo. Si pierdes el amor, pierdes el fruto del árbol; pero, si también pierdes la fe, es como si cortaras el árbol entero. ¿Qué hace el campesino cuando ve que ese año su huerta no dará los frutos esperados? Trabaja con mayor ahínco y espera a que el año siguiente la tierra sea más productiva. Puede que los vecinos lo insten a vender el terreno, pero él no les hará caso. Si, al año siguiente, la huerta sigue sin dar frutos, él volverá a trabajar con tesón, haciendo oídos sordos a lo que digan los demás. Por eso, cuando, al tercer año, los frutos son abundantes, su alegría es triple. Entonces los vecinos callan, pero él no cabe en sí de tanta felicidad. Si hubiera vendido la huerta, ¿habría podido experimentar semejante alegría?
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Gânduri despre bine și rău, Editura Predania, București, 2009, p. 72)