Palabras de espiritualidad

El excelso don de la fe

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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¿Quién puede explicar, aún desde su propia experiencia, cómo es que las convicciones de la fe se enraízan en el corazón? El Santo Apóstol nos da una respuesta inmejorable, llamando a la fe “un don de Dios”.

El camino de la fe es un camino místico, uno que no se ve. ¿Quién puede explicar, aún desde su propia experiencia, cómo es que las convicciones de la fe se enraízan en el corazón? El Santo Apóstol nos da una respuesta inmejorable, llamando a la fe “un don de Dios”.

Ciertamente, la fe es un don de Dios, y los incrédulos se quedan sin argumentos, porque ellos mismos son los culpables de rechazar ese don. Ahí donde no hay quién reciba el don, este no se concede, porque esto sería desperdiciarlo. ¿Cómo es que el alma se vuelve capaz de recibir el don de la fe? Esto es difícil de responder. En el centurión vimos una gran humildad, a pesar de que ostentaba un importante cargo terrenal; además, tenía virtud y una mente ágil. ¿Acaso no es la humildad eso que atrae la misericordia de Dios, misma que da la fe? Esto no tiene por qué asombrarnos. De cualquier manera, todo el mundo sabe que los descreídos son siempre soberbios, y la fe nos pide, en primer lugar, que la mente se someta a ella.

(Traducido de: Sfântul Teofan ZăvorâtulTâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, p. 198)