Palabras de espiritualidad

El hombre debe crecer constantemente y caminar hacia Dios

    • Foto: Tudorel Rusu

      Foto: Tudorel Rusu

No somos unos soñadores del Reino de Dios, sino obreros suyos—tanto del que está dentro de nosotros como del que está afuera—, como decía el padre Arsenio.

Hablamos de nuestro Buen Dios, nos referimos siempre a Él como “Bueno”, queremos que todos los que nos rodean sean buenos con nosotros… pero esto no es algo que venga por sí mismo. Es decir, el hombre es un ser creado por Dios para que nunca deje de desarrollarse. El Santo Apóstol Pablo, en su Primera Carta a los Corintios, habla de una lucha decidida por el bien, por crecer, y dice que debemos ser como de atletas en el estadio. Y en su Carta a los Efesios habla sobre las armas del Espíritu y sobre los medios de crecimiento espiritual, así que este asunto de avanzar y crecer es un aspecto esencial en la vida de cada hombre y de cada cristiano.

En griego, la palabra “hombre” se dice ánthropos, que significa “el que mira hacia arriba”. Luego, el hombre es un ser que mira hacia arriba. Tiene una postura vertical y mira desde arriba a los demás seres vivos, y hacia arriba a Dios, su Creador

En la Santa Escritura se nos dice que el hombre fue creado por Dios según Su imagen y que tiene como propósito alcanar la semejanza con Él. De la imagen se llega a la semejanza; es decir que todo lo que el hombre tiene de positivo en él es algo que le da la posibilidad de avnazar y convertirse, a partir de los atributos que le conocemos en su relación con Dios, de los cuales la bondad es el principal. 

Decimos que Dios es misericordioso; luego, también nosotros debemos serlo. Hablamos de la paciencia de Dios hacia nosotros; también nosotros debemos ser pacientes con los demás. Hablamos de Dios y de Su amor a la humanidad; también nosotros debemos amar a nuestros semejantes. Todo esto se realiza de acuerdo con un plan, un orden, con fundamento en ciertos principios que debemos tener siempre presentes, mismos que no nacieron de la nada. Es decir que no somos unos soñadores del Reino de Dios, sino obreros del Reino de Dios —tanto del que está dentro de nosotros como del que está afuera—, como decía el padre Arsenio.

(Traducido de: Arhimandritul Teofil PărăianCum putem deveni mai buni – Mijloace de îmbunătăţire sufletească, Editura Agaton, pp. 7-8)