Palabras de espiritualidad

El hombre necio y orgulloso es desagradable para el Señor

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Me parecía que era capaz de varias cosas, aún más que otros; así, cuando tenía que enfrentar alguna humillación, terminaba enfadándome mucho...”

En mi vida, a pesar de ser un necio y, además, feo, siempre tuve un poco de confianza en mí mismo. Es decir, me parecía que era capaz de varias cosas, aún más que otros; así, cuando tenía que enfrentar alguna humillación, terminaba enfadándome mucho.

Una vez, cuando se oficiaba la Liturgia del domingo, el padre stárets entró a la iglesia justo cuando yo cantaba: “¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!”. Yo cantaba alto, porque la iglesia estaba llena. Entonces, el padre stárets Vladimiro vino al facistol, me tomó del brazo y me condujo afuera:

Tú, atolondrado, ¡¿para qué presumes de tus rebuznos de asno?! ¡So tonto! ¡Necio...!

Entonces, en vez de inclinarme y decir: “¡Perdóneme, piadoso padre!”, me enfurecí y me fui al bosque, repitiéndome que todo eso lo había hecho el stárets por pura maldad, para avergonzarme delante de todos los demás. Así, todo el día anduve por el bosque, lleno de ira, haciendo toda clase de planes en mi mente. Al anochecer, cuando volví a mi celda, encontré un papelito sobre la mesa, que decía: “¡Perdóname, padre Paisos, por haberte enfadado!”.

El que ganó fue él, porque fue quien pidió perdón.

Así fue como me ayudó a controlar mi ira, que seguramente provenía del orgullo, porque en algún sitio está escrito que: “Desagradable es para el Señor. el hombre necio y orgulloso”.

(Traducido de: Ieroschimonah Paisie Olaru, Dă-le, Doamne, un colțișor de rai!, Editura Doxologia, Iași, 2010, p. 163)



 

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