No te entristezcas por la soledad que debes soportar. Si, así como me escribes, te sientes en el desierto, debes saber que muchos encontraron la salvación precisamente en el desierto. Y todos esos ascetas de Dios se elevaron a la alta compañía de Dios y Sus ángeles. De lo contrario no hubieran podido soportar la soledad. Algunos de ellos no vieron a ningún otro humano durante cincuenta años, y sin embargo no decían, “¡Estoy solo! ¡Me aburro!”. Porque Dios estaba con ellos y ellos estaban con Él. El hombre puede vivir sin nada y sin nadie... pero no sin Dios. Este es su testimonio, que le heredaron a la Iglesia como si se tratara de un capital. Sin embargo, no se sabe de algún ateo que haya podido vivir cincuenta años en el desierto, solo. No existe ninguna evidencia de ello, en toda la historia de la humanidad. El ateo no es capaz de algo así. Se aburre incluso en compañía de otros, pero cuando esta solo su aburrimiento llega al nivel de tortura. Él busca a los otros para inocularles su falta de fe y alimentarse de su dolor. Pero en la soledad, ¿a quién puede convencer sino así mismo? ¿Qué otro dolor puede alimentarlo, sino el suyo propio?

Entonces, vuela incesantemente con tu mente a la altura espiritual, allí donde habita Aquel cuya compañía es más importante y más digna de ser amada que cualquier otra compañía en este mundo. Sírvele a Él, con Él camina; a Él eleva tu incienso, con Él endúlzate; a Él háblale, de Él habla. ¡Ámalo con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu mente!

(Traducido de: Episcop Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 2, Editura Sophia, Bucureşti, 2003,  p. 189)