El ayuno es el médico de nuestra alma
El ayuno, poco a poco, reduce la gruesa capa de pecados que envuelve a nuestra alma y aleja la oscuridad que haya en ella, así como el sol desvanece la niebla; asimismo, limpia nuestros ojos espirituales y nos muestra el sol de la Verdad, Jesucristo.
El hombre que teme a Dios no irrespeta la ley del ayuno. Les hablaré de este asunto, porque nuestro astuto enemigo, debido a que odia toda forma de bien, se dirige a cada cristiano y, atándolo invisiblemente con la dejadez y con la desidia, lo fuerza a despreciar el santo ayuno, fuente de tantas bondades espirituales y admirable herramienta para nuestra salvación. Por eso, les suplico que no obedezcan al enemigo de nuestra redención ni se sometan a los caprichos del vientre, volviendo a los perniciosos hábitos que ya han dejado atrás.
Que nadie olvide los beneficios que el ayuno nos otorga. El ayuno es el médico de nuestra alma. A algunos les hace humilde el cuerpo. A otros les aniquila la ira. A otros les modera el sueño. A otros les induce el deseo de actuar bien. A otros les limpia la mente y los libra de pensamientos sucios. A otros les ata la lengua ligera e insolente, para que dejen de pronunciar palabras vanas e impías. A otros les guía los ojos para que dejen de buscar con fruición cosas triviales y perjudiciales.
El ayuno, poco a poco, reduce la gruesa capa de pecados que envuelve a nuestra alma y aleja la oscuridad que haya en ella, así como el sol desvanece la niebla; asimismo, limpia nuestros ojos espirituales y nos muestra el sol de la Verdad, Jesucristo.
(Traducido de: Sfântul Simeon Noul Teolog, Miezul înțelepciunii părinților, Editura Egumenița, pp. 97-98)