El hombre viejo y el hombre nuevo
Acostúmbrate a ahogar en tu interior, con una sincera contrición, los pensamientos, sentimientos, intenciones y pasiones; haz que muera el pecado que hay en tu interior.
Nos hacemos la Señal de la Cruz sobre el cuerpo, para poner bajo el poder de Cristo esas armas de la justicia y el pecado, para hacer de ellas únicamente armas de la justicia, para crucificar, por amor a Él, a todo el hombre viejo que manifiesta su acción perniciosa y contraria a Dios en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, y para despertar a la vida al hombre nuevo, creado a imagen de Dios para la justicia y la santidad. Así pues, acostúmbrate a ahogar en tu interior, con una sincera contrición, los pensamientos, sentimientos, intenciones y pasiones; haz que muera el pecado que hay en tu interior, y haz que viva y crezca toda virtud. Hazte perfectamente un hombre de Dios, siempre preparado para todo lo que es bueno, de acuerdo a la Gracia de Cristo. Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronștadt, Liturghia – cerul pe pământ, Editura Deisis, 2002, p. 319)