El hombre y la eternidad
La eternidad es un tiempo que no tiene ni principio ni final, y que, en consecuencia, no tiene ni pasado ni futuro, sino solamente presente, un presente constante e inmutable.
La idea de la vida futura se halla fuertemente atada a la de la eternidad y la inmortalidad del alma. La eternidad es un tiempo que no tiene ni principio ni final, y que, en consecuencia, no tiene ni pasado ni futuro, sino solamente presente, un presente constante e inmutable.
La eternidad no es un tiempo. Este concepto de la eternidad no se relaciona sino solamente con Dios. En lo que respecta al hombre, la eternidad empieza en el vientre de la madre, en donde recibe su existencia sin fin: “un hálito de vida, y así el hombre llegó a ser un ser viviente”, “porque Dios creó al hombre para la incorrupción y lo hizo a imagen de Su propio ser”, lo cual lo hace inmortal. Así, según la doctrina de nuestra Iglesia Ortodoxa, la inmortalidad del alma radica en la unidad de su ser, en la conservación de su individualidad y la conciencia de sí mismo (Arhimandrita Antonio, rector de la Academia Eclesiástica de Kiev).
La eternidad, para el hombre, tiene tres períodos distintos:
– El primero, que es la vida en el seno de su madre, conforma para la eternidad el cuerpo, el hombre exterior;
– En un segundo período de la eternidad, que es la vida aquí en la tierra, se prepara la eternidad del alma, del hombre interior. Así, la vida en este mundo es el prólogo del tercer período de la eternidad, que es la vida de después del sepulcro.
En la acepción general del término, la eternidad es un tiempo que no tiene ni principio ni final; sin embargo, en lo que respecta al hombre, la eternidad sí tiene un inicio, mas no un final.
(Traducido de: Părintele Mitrofan, Viața repausaților noștri și viața noastră după moarte, Editura Credința strămoșească, Petru Vodă – Neamț, 2010, pp. 253-254)