Palabras de espiritualidad

El hombre y su búsqueda de placeres

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Oscureciéndose y volviéndose de la visión de Dios, la mente cayó en la espesura de los sentidos del cuerpo, que se adhieren al placer como si fuera un bien y huyen del dolor cual si fuera un mal.

El anhelo de Dios se tornó en un apetito vicioso por las cosas carnales. Oscureciéndose y volviéndose de la visión de Dios, la mente cayó en la espesura de los sentidos del cuerpo, que se adhieren al placer como si fuera un bien y huyen del dolor cual si fuera un mal. Pero es que el placer es el señuelo con el cual el “bandido” (el demonio) engañó al hombre para que bajara de Jerusalén a Jericó. En el camino de ese descenso, todas las fuerzas de lo que no se puede ver, como un torrente se afanaron en entrar en la parte viciosa del ser, es decir, en el apetito y la sagacidad, para encenderlos contra la naturaleza del hombre.

Así, la voluntad (del hombre) se desvió, para desear solamente la tentación del maligno, el placer, y para ver el trabajo de engendrar hijos como si fuera un dolor. Porque hasta en la parte del consejo de la mente y de la libre voluntad fue sometido el hombre. Ella (la mente), que antes podía ver a Dios en su interior, ahora es un “templo de los ídolos”, teniendo, en vez de un solo Dios, muchísimas imágines de las pasiones más impuras.

Incapaz de restablecer aquella visión de Dios en su interior, la mente cayó presa del soberano de este mundo, que vino a enredarla en las figuraciones de los sentidos. Siendo una fuerza que arde, que antes tenía a Dios morando en su interior, y que sigue siendo como el fuego, la mente ahora inventa y enciende los placeres del cuerpo, viéndose atada a una relación viciosa con los sentidos. De esta forma, entrometiéndose en el consejo de la mente la ley del pecado, que es el placer de los sentidos, por la cual también se decidió la muerte del cuerpo, desde entonces la mente de muchos le da al cuerpo solamente consejos ajenos a lo natural, o el consejo de la iniquidad.

(Traducido de. Părintele Arsenie Boca, Tinerii, familia și copiii născuți în lanțuri, Editura Credința strămoșească, p. 82-83)