El humilde y su “escudo” ante los ataques del maligno
¡Los demonios no pueden tener humildad! Están llenos de orgullo, y fue por ese orgullo que cayeron (del Cielo).
En el Paterikón encontramos que el abbá Macario habló una vez con el maligno. Este se le apareció, y le dijo: “Macario, escúchame: tú ayunas, sí, ¡pero yo jamás como! Tú haces vigilias, ¡pero yo nunca duermo! Con todo, debo reconocer que hay algo con lo que logras vencerme…”. Cuando el abbá Macario le pregunto qué era eso, el maligno le respondió: “¡la humildad!”.
¡Los demonios no pueden tener humildad! Están llenos de orgullo, y fue por ese orgullo que cayeron (del Cielo); el orgullo, pues, es el signo de su existencia. Sin embargo, hay algo que los puede vencer, además de la Señal de la Cruz, el nombre de nuestro Señor Jesucristo y la oración que elevamos para que Dios nos ayude: la humildad. Eso es algo de lo que carecen. Entonces, si nos hacemos humildes, el demonio no tendrá ningún poder sobre nosotros. ¿Por qué? Porque, al hacernos humildes, confesamos nuestros pensamientos, buscamos un guía espiritual, pedimos el auxilio de Dios, no nos basamos únicamente en nuesras capacidades… Y, haciendo esto, debilitamos al mismo maligno.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Pârâian, Cuvinte către tineri, Editura Omniscop, Craiova, 1998, p. 34)