El iconostasio como el símbolo de símbolos
El iconostasio pone en juego, ante todos, un universo fecundo de figuras desde y en el cual el Espíritu se revela progresivamente.
El iconostasio es un símbolo de símbolos, un super-ícono o meta-ícono, el ícono de todos los íconos, porque se extiende para abarcar el mundo de “todo lo visible e invisible”. Es un límite, un signo de la diferencia que separa tanto como une, bifurcando el mundo de lo sensible y reintegrándolo en una serie de correspondencias reflectivas, interconectadas, por medio de una gama de relaciones mediadas por gestos, movimientos, lenguaje y símbolos. (El iconostasio) pone en juego, ante todos, un universo fecundo de figuras desde y en el cual el Espíritu se revela progresivamente. Cada señal, cada símbolo, cada significado adquiere profundidad por medio de la separación en dos: “La letra mata mas el Espíritu da vida” (II Corintios 3, 6). El iconostasio, como un ícono con dos caras, es así la tabla de piedra de una nueva ley, inscrita tanto en el anverso como en el reverso; es un libro místico, escrito en ambos lados, que permanecerá sellado hasta el fin de los tiempos (Apocalipsis 5, 1).
Siendo la “más fina membrana de materialidad”, el iconostasio cocncuerda con el enigma del cuerpo virgen pintado en su portal central: un pórtico, por una parte, completamente sellado y, por otra, completamente abierto a la presencia creadora de Dios. El emplazamiendo de la Virgen y su interlocutor angélico alrededor de una puerta del culto, le ha permitido a los iconógrafos bizantinos jugar con la distancia y el espacio que presupone la discusión entre ambos personajes, con la idea de movimento sobre un umbral, un ritual inicial por medio del cual el Logos se reviste con un cuerpo humano, un encuentro entre dos éxtasis: uno que desciende d Dios al hombre, y otro que asciende del hombre hacia Dios.
(Traducido de: Arhim. Maximos Constas, Arta de a vedea. Paradox şi percepţie în iconografia ortodoxă, traducere Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 327)