El sabio Salomón nos enseña a cuidar el corazón, diciendo: “Vigila tu corazón, porque en él está la fuente de la vida” (Proverbios 4, 23). El incienso de la oración protege al corazón de los pensamientos impuros y las pasiones. No basta con cuidar nuestra mente y purificarla solamente con la lucidez y la concentración, si no invocamos con humildad y desde el corazón el nombre de nuestro Señor Jesucristo, porque sabemos, a partir de la Santas Escrituras, que sin él no podemos hacer nada (Juan 15, 5).

(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 119)