El inconmensurable don de la oración
El alma no se puede reconciliar con la vida y tener paz, si no es por medio de la oración. Sin oración el alma está muerta. Pero, atención, que el palabrerío es dañino para la oración, como dijo el Apóstol.
San Nectario de Óptina solía hablar mucho y con amor sobre la oración: “Con la oración y la Palabra de Dios toda maldad es borrada. El alma no se puede reconciliar con la vida y tener paz, si no es por medio de la oración. Sin oración el alma está muerta. Pero, atención, que el palabrerío es dañino para la oración, como dijo el Apóstol. Lo importante es el amor y la perseverancia en el fervor a Dios. Es mejor honrar un día con una oración, y otro día con otra oración, que ambos días con una sola oración. ¡Es suficiente con una oración al día!”.
Esto no significa que San Nectario estuviera limitando la práctica de la oración o el canon de oraciones a una sola plegaria al día. Al contrario, él se refería a las capacidades de los principiantes, que tenían un poder de concentración limitado a una sola oración, y el resto lo hacían con distracción. Esta indulgencia ante la debilidad de las personas, era explicada así por el mismo santo: el Señor eligió a Sus discípulos entre personas simples e incultas. Los llamó, ellos renunciaron a todo y le siguieron. El Señor no les impuso ninguna clase de canon de oraciones, sino que les dio una libertad total y fue muy comprensivo con ellos, como se hace con los niños. Sin embargo, cuando terminó de predicar, el Mismo Señor se apartó a un lugar retirado, y oró. Él fue quien llamó a Sus discípulos. En el caso de San Juan el Bautista, los discípulos vinieron por su propia voluntad; el Bautista no los llamó, sino que ellos vinieron a él. Desconocemos si les dio alguna regla de oración, pero sí sabemos que les enseñó a orar.
Cuando los discípulos de Juan vinieron con el Señor, les contaron a los apóstoles cómo oraban. Entonces, estos se dieron cuenta de que quienes seguían a Juan sabían orar, en tanto que a ellos el Maestro aún no les había dicho nada al respecto de la oración. Y tan seriamente se tomaron el asunto, que inmediatamente se dirigieron al Señor, como reprchándole que los discípulos de Juan supieran orar y ellos no. Pero, si los discípulos de Juan no les hubieran hablado de esto, tampoco ellos lo habrían pensado (San Nectario mencionaba que algo que le hizo meditar sobre esto, sucedió cuando una monja vino a pedirle que le prescribiera un canon de oraciones, solamente después de enterarse de que él solía hacer esto con otros de sus discípulos). Y, entonces, el Señor les dio el “Padre nuestro”. Y esto fue lo que les enseñó, sin darles otra oración.
(Traducido de: Patericul de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, Galați, 2012, pp. 466-467)