Palabras de espiritualidad

El infierno de los que se sienten solos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El que no tiene a Dios no tiene a nadie, y aunque viva en comunidad, aunque sea parte de la sociedad más feliz, aunque tenga su propia familia, vaya a donde vaya, si no tiene fe en Dios, siempre se sentirá solo.

En el mundo material, en este mundo terrenal, ¿el infierno es la soledad?

—Sí. Es un fragmento del infierno, una atmósfera terrorífica para aquellos que no tienen a Dios, ¡porque para los que creen en Dios, la soledad no existe! La soledad es un infierno, un tormento para quienes no tienen a Dios. El que no tiene a Dios no tiene a nadie, y aunque viva en comunidad, aunque sea parte de la sociedad más feliz, aunque tenga su propia familia, vaya a donde vaya, si no tiene fe en Dios, siempre se sentirá solo.

Un hombre que no tiene a Dios se siente abandonado por todos, marginado, aterrado. Por el contrario, aquel que tiene a Dios, ese nunca está solo. Y la soledad no le mata; al contrario, se siente feliz estando solo. ¿Por qué? Porque en la soledad encuentra un ambiente propicio para pensar profundamente en nuestro Padre Celestial, para orar y elevar sus pensamientos hasta Él. Y si no dispone de esa serenidad, se siente agobiado por el bullicio del mundo. Por eso es que todos los santos amaban la soledad y el recogimiento. No para huir de la sociedad, sino para poderse encontrar con Dios. Era la mejor manera de “entrar en contacto” con Él, para usar una expresión más sencilla de entender.

Ni los ermitaños ni los monjes que viven en el régimen del monasterio se sienten solos, sino más cerca de Dios. De hecho, conversan con Él en nombre de todo el mundo y le piden por todos. Incluso por quienes hoy se sienten solos, por quienes se sienten abrumados por la atroz soledad del infierno. Como he dicho en otras oportunidades, aunque parezca difícil de entender o duro de aceptar, el hombre nunca está solo, sino que solamente se puede sentir solo.

Para un hombre que tiene la convicción, la fe y la certeza de la existencia espiritual de la que nos hablan Cristo y la Biblia, la soledad no existe. Incluso en esta sala donde nos hallamos en este momento, cada uno de nosotros tiene un testigo al lado, uno de estos chicos y chicas que sonríen y no dejan de tomar fotografías. Y cada uno de estos chicos tiene un ángel al lado. Tú tienes un ángel a tu lado, otros talvez más de uno… Luego, la soledad es una enfermedad, una desgracia de la cual el hombre es el culpable. Y por eso es que debe sufrir la infelicidad de una vida en soledad.

(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian ChiraConvorbiri în amurg, Editura Dacia, 2006, p. 129)