Palabras de espiritualidad

El legado de Adán y Eva

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

Translation and adaptation:

Los primeros humanos creados intentaron hacerse dioses, siguiendo el consejo de la serpiente, sin Dios y en contra de Dios.

¿Qué es el “ojo de maldad” para el hombre? ¿Y qué provocó la caída del hombre?

¡Sí, todo era maravilloso en el Paraíso! El hombre y el mundo natural consituían una armoniosa liturgia. Pero, esta armonía y, ante todo, la grandeza del hombre, fueron destruidas por ese “ojo de maldad”, de la serpiente precursora de toda perversidad, el demonio. Este, viendo que Dios creó al hombre y cómo los ángeles admiraban esa criatura hecha “a imagen y semejanza de Dios”, “viendo otro dios, por la Gracia”, como dice San Gregorio Palamás, se preparó para atacarle. Preparó su veneno mortal y lo mezcló con la astuta lengua, para derramarlo a través de “sus ventanas”, es decir, por medio de la vista y el oído, el tacto y el gusto.

Y, tristemente, el maligno tuvo éxito. Atrajo a la desobediencia y a la falta de confianza en Dios, primero a Eva, y después, a Adán [1]. ¡Ay de la maldad del primero y la vana fe del hombre! Así, los primeros humanos creados intentaron hacerse dioses, siguiendo el consejo de la serpiente, sin Dios y en contra de Dios. Por eso, “también la muerte entró por sus ventanas y vino al mundo”.

¿Cuál es la consecuencia inmediata de la desobediencia del hombre?

La desobediencia del hombre significa alzarse contra Dios. Sin embargo, Dios no quiso asumir una actitud de castigo o venganza contra el hombre. Esto sería blasfemo de tan solo pensarlo. Pero la desobediencia trajo consigo la ruptura de la comunión del hombre con Dios. ¡Era la elección del hombre, la acción de su libre albedrío, no el de Dios! Esta infeliz experiencia de los primeros en ser creados es asemejada, por los Santos Padres de nuestra Iglesia, con el intento del embrión, hallándose en el vientre de la madre, de cercenar el cordón umbilical, para independizarse de su progenitora. En consecuencia, al lograrlo, estará cortando también su relación vital con ella, atrayendo su propia muerte. Esto fue lo que hicieron Adán y Eva. Esta es la razón por la cual el pecado de nuestros proto-padres es llamado ontológico y no ético-moral. Esta actitud de los primeros hombres fue un intento de alcanzar la autonomía ante Dios, de vivir sin la Vida, que es Dios. Sí, pero sin la Vida Misma, sin Dios, el hombre se dirige al sitio de donde salió, es decir, la nada, la inexistencia, lo que significa entrar automáticamente en la corrupción y la muerte. Por eso, la Santa Escritura dice: “por la envidia del maligno, la muerte entró al mundo [2]. De ahí la advertencia que Dios le hiciera al hombre: “si comes te este árbol morirás”. Así, nuestros ancestros nos legaron esta herencia, no la culpa por haber infringido el mandamiento —eso lo hicieron ellos—, sino las consecuencias de su caída. Del mismo modo, por ese pecado ancestral “fuimos entregados a la corrupción y nos unimos a la muerte”, como dicen los oficios fúnebres, basándose en estas palabras del Apóstol Pablo: “Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” [3] en él.

(Traducido de: Nikos Nikolaidis, De ce moartea și starea dincolo de mormânt?, Editura Obștea creștin ortodoxă „Lydia”, Cipru, 2016)

[1] Génesis 3, 1-7.

[2] Sabiduría 2, 24.

[3] Romanos 5, 12.