Palabras de espiritualidad

El llamado a asemejarnos a Cristo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Quien crea en Él, venciendo “la ley del pecado que pervive en nuestros miembros” (Romanos 7, 23), se hará semejante a Él, más excelso que el mundo.

Estremece pensar que los hombres prefieren cualquier cosa de este mundo, antes que la gloria que el Hijo, que es eterno con el Padre, nos ofrece por Sí mismo. ¿Es acaso la debilidad del corazón lo que nos impide creer en nuestra alta vocación? ¿Será nuestra naturaleza, que a diario sufre corrupción ante nuestros propios ojos, en verdad capaz de percibir esa eternidad sublime y santa? Sí. Aquel que nos creó da testimonio de ello. Él asumió la forma de la criatura que Él mismo había creado, para mostrarnos, como hombre y en nuestro propio cuerpo, la perfección del Padre a la que todos estamos llamados.

“¡Atreveos, Yo he vencido al mundo!” (Juan 16, 33). Si Él hizo eso, significa que, como hombre, se alzó de una forma más excelsa que el mundo. Y quien crea en Él, venciendo “la ley del pecado que pervive en nuestros miembros” (Romanos 7, 23), se hará semejante a Él, más excelso que el mundo.

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 99)

Leer otros artículos sobre el tema: