El llamado de Cristo, el Hijo del Hombre
Asumiendo nuestra naturaleza y demostrando en ella Su perfección, el Verbo dijo: “¡Atreveos, Yo he vencido al mundo!” (Juan 16, 33). “Al vencedor lo sentaré conmigo en Mi trono, igual que Yo, que he vencido y me he sentado con Mi Padre en Su trono” (Apocalipsis 3, 21).
Si es cierto que Cristo es el “Hijo del Hombre”, de la misma naturaleza que nosotros, todo lo que Él haya hecho en Su vida terrenal también tiene que ser accesible para los demás “hijos del hombre” Si lo reconocemos como la medida de todas las cosas, tenemos que admitir que todo lo que se ha afirmado sobre la humanidad de Cristo-hombre representa la plenitud de las posibilidades de la naturaleza humana en general. Si confesamos Su divinidad plena y perfecta, tenemos que esperar el mismo nivel de deificación de los santos de la vida futura. Si no fuera así, Cristo no nos habría ordenado ser perfectos como el Padre Celestial (cf. Mateo 5, 48).
Si alguien dudara de esto, habría que preguntarle: “¿Quién conoce mejor el plan primordial del Creador y las posibilidades reales de la naturaleza humana: Aquel que la creó o nosotros mismos?”.
Por esta razón, asumiendo nuestra naturaleza y demostrando en ella Su perfección, el Verbo dijo: “¡Atreveos, Yo he vencido al mundo!” (Juan 16, 33).
“Al vencedor lo sentaré conmigo en Mi trono, igual que Yo, que he vencido y me he sentado con Mi Padre en Su trono” (Apocalipsis 3, 21).
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, pp. 180-181)