El lugar no importa, sino tener a Cristo en nuestro corazón
Es un acto de verdadero heroísmo decir: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, cuando te hallas rodeado de tentaciones, mucho más que estar libre y exento de cualquier posibilidad de caer en pecado.
Como monjes, ¿es posible avanzar espiritualmente en un monasterio situado en la ciudad?
—Esto no tendría que representar problema alguno, porque no nos interesa en dónde nos encontramos. Nos interesa cómo nos encontramos en el lugar en donde estamos, y cuál es el trabajo de nuestro corazón, nuestra interiorización. El lugar carece de importancia. Puedes estar sentado sobre una roca, o escondido en la profundidad del bosque. El Reino de los Cielos está en nosotros. Por supuesto, (si vives virtuosamente en un monasterio “urbano”) serás retribuido por haber rechazado todo lo exterior, por haber estado en medio del fuego y no haberte quemado. Sí. Es un acto de verdadero heroísmo decir: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, cuando te hallas rodeado de tentaciones, mucho más que estar libre y exento de cualquier posibilidad de caer en pecado. Los pensamientos pueden ser apartados con la oración, con el auxilio de Dios, no con tus propias fuerzas.
Es bueno saber esto desde el principio, como respuesta a todas las preguntas: ¡solamente la Gracia de Dios te puede ayudar! Entonces, debes procurar ser digno de ese don, haciéndote humilde, para que la Gracia venga abundantemente a ti. Eso sí, si te hallas en un lugar como ese, que no sea porque así lo has elegido voluntariamente. Cuando te “arrojas” a un lugar donde no sabes qué es lo que vendrá, no sabes qué es lo que podría suceder, diciéndote: “¡Que pase lo que tenga que pasar!”, deja de llamarse heroísmo, y se le conoce como “azar”.
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 3, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, pp. 28-29)