Palabras de espiritualidad

El maligno ama la turbación en la familia

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Dejen de atacarse mutuamente, lleguen a un entendimiento y preocúpense por alcanzar el preciosísimo tesoro que es la paz del corazón.

Aunque no tengo el honor de conocerte personalmente, a mis oídos han llegado los comentarios de tus pobres coterráneos, sobre lo ejemplar que era tu familia cuando tu padre aún vivía, y la terrible enemistad que ahora los separa. Por eso, me veo en la necesidad de escribirte, para suplicarte que cambien. ¡Son hermanos! ¡Dejen de pelearse, dejen de discutir y de señalarse sin cesar! No le den esa alegría al maligno, porque lo que más le gusta a él es que haya agitación en la familia.

Recuérdense que son discípulos de Cristo, Quien nos enseña a amar no sólo a nuestros amigos, sino también a nustros enemigos, y a perdonar a los que nos hacen el mal. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco el Padre les perdonará a ustedes (Mateo 6, 15). ¡Qué terrible consecuencia!

Por eso, les ruego: dejen de atacarse mutuamente, lleguen a un entendimiento y preocúpense por alcanzar el preciosísimo tesoro que es la paz del corazón. El apóstol les insta: “Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo.” (Efesios 4, 31-32)

(Traducido de: Sfântul Macarie de la Optina, Poveţe duhovniceşti, Editura Egumeniţa, pp. 120-121)