El martirio como camino a la santidad
Ellos mismos se ataron las manos a la espalda y anunciaron a gritos: “¡Somos cristianos!”, demostrando así su disposición a sufrir voluntariamente.
En el siglo III, en tiempos del emperador pagano Diocleciano, hubo un grupo de jóvenes que eligieron el martirio antes que renunciar a su fe. Estamos hablando de los Santos Mártires Agapito, Timolao, los dos Dionisios, Rómulo, Plesio y los dos Alejandros, quienes, a pesar de provenir de distintos lugares, sufrieron juntos en Cesárea de Palestina, siendo torturados por el gobernador Urbano. Habiendo rechazado renegar de Dios y adorar ídolos, ellos mismos se ataron las manos a la espalda y anunciaron a gritos: “¡Somos cristianos!”, demostrando así su disposición a sufrir voluntariamente.
Urbano, viendo la actitud asumida aquel grupo de valientes muchachos, no los condenó inmediatamente a muerte, sino que los encerró durante varios días, con la intención de ablandarlos un poco y tratar de que se hicieran paganos. Como no lo consiguió, finalmente ordenó que los decapitaran, y las almas de estos mártires se elevaron al Reino eterno, a donde habían dirigido la mirada de sus almas desde el principio.