El matrimonio, un viaje para dos hacia la salvación
La Iglesia bendice, por medio del Sacramento del Matrimonio, la unión de sus hijos. Desde luego, no se cambia nada de lo que es natural, instintivo o de los llamados de la naturaleza, aunque el matrimonio se santifica. Es decir, lo coloca en el cuadro de la vida en Cristo, que no es sino un viaje a la salvación y santificación de los esposos.
Desde el punto de vista material, es decir, instintivo, no se diferencia para nada del casamiento de ateos o de los que no son cristianos. Por las mismas razones por las que todas las personas se casan, lo hacen también los cristianos. Estos motivos están relacionados con los estímulos innatos del hombre: la satisfacción de las necesidades fisiológicas, la necesidad de convivir con alguien y el deseo de tener descendientes. Luego viene la Iglesia y bendice, por medio del Sacramento del Matrimonio, la unión de sus hijos. Desde luego, no se modifica nada de lo que es natural, instintivo o de los llamados de la naturaleza, aunque el matrimonio se santifica. Es decir, lo coloca en el cuadro de la vida en Cristo, que no es sino un viaje a la salvación y santificación de los esposos.
Naturalmente, un casamiento santificado debe tener como resultado la purificación de cualquier mancha que, en oposición a los mandamientos de Dios y, en consecuencia, en contra de lo que es normal, puede entrar a escondidas en la relación entre esposos. Los esposos, sin embargo, en ningún caso, ni aún estando casados, pueden eludir el deber de avanzar en la pureza del alma y del cuerpo, así como en la santidad.
El hecho que semejante unión constituye el terreno más propicio para que la Iglesia cultive en Cristo sus miembros jóvenes – los niños – es evidente. Con todo esto, el objetivo principal de la Iglesia, que bendice el matrimonio, no deja de ser la santidad de los esposos.
(Traducido de: Arhimandrit Epifanie I. Teodoropulos, Crâmpeie de viaţă, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2003, pp. 134-135)