El matrimonio virtuoso y su semejanza con el martirio
Los novios son llamados a sacrificar sus vidas el uno por el otro, cosa que la Iglesia reconoce y honra como una forma de martirio.
El Sacramento del Matrimonio termina con la “danza de Isaías”. Los novios, guiados por el sacerdote, dan sus primeros pasos como esposo y esposa, rodeando tres veces la mesa en donde se hallan el Evangelio y la Santa Cruz. La mesa se asemeja a la del Altar y los tres troparios que se cantan en ese momento son los mismos que se entonan en la ordenación del diácono y del sacerdote, cuando este debe rodear tres veces la Santa Mesa. Esa “danza” simboliza la promesa de la pareja de ser siempre conducida por Cristo y de poner Sus enseñanzas, explicadas en el Evangelio, en el centro de sus vidas.
El primer tropario, “Isaías, danza”, comienza, de hecho, con una palabra en griego, horeue, que literalmente significa “bailar en círculo”. El tropario enfatiza la inenarrable alegría por el Nacimiento del Salvador. Los troparios siguientes hablan de los santos mártires y los apóstoles, anunciando a todos el enorme regocijo de la salvación que Dios le otorgó al mundo, y recordándoles a los novios el llamado que tienen a hacerse mártires o testigos (primer sentido de la palabra) de Cristo y Su Reino.
El mismo llamado a dar testimonio de Cristo puede encontrarse en la exclamación: “Por las oraciones de Su Santísima Madre, de los santos, de los gloriosos y venerables Apóstoles, de los Santos Emperadores Constantino y Elena, del Santo y Gran Mártir Procopio, y de todos los santos…”.
Al oficiarse el Matrimonio, el novio y la novia son coronados y llamados a dar testimonio de Cristo con sus vidas, aún hasta llegar a la muerte, si fuera necesario. Son también llamados a sacrificar sus vidas el uno por el otro, cosa que la Iglesia reconoce y honra como una forma de martirio.
(Traducido de: David şi Mary Ford, Căsătoria ‒ cale spre sfinţenie, Editura Sophia, Bucureşti, 2007, p. 30)