El médico que no busca su beneficio personal
Lo mismo hace Dios cuando caemos en pecados graves, en la peor de las locuras: todo lo que dice y hace no es para vengarse de nuestra vida de pecado, sino para librarnos de la enfermedad y la ignominia.
Cristo, siendo el Médico cuyo amor y cuya misericordia no tienen límites, desea sanar a todos los hombres, sin excluir a nadie de la salvación que Él vino a ofrecernos. Por esa razón, le ofrece a cada hombre todo Su apoyo y Su auxilio, y es paciente con aquellos que lo insultan y ofenden con sus palabras, sus pensamientos y sus actos. A aquellos que han vivido en la insensatez del pecado y están enfermos por causa de sus pasiones espirituales, sin detenerse a examinar sus actos pasados, los perdona y los llama a la salvación que le restituye el juicio al hombre.
Como bien recuerda San Juan Crisóstomo, el médico no se enfada ni sufre cuando los enfermos, debido al dolor que sienten, lo imjurian, sino que hace todo lo que está a su alcance para devolverles la salud. El médico no busca su propio beneficio, sino el de los enfermos; y si estos dan señales de mejoría y recuperación, se alegra, se regocija y no sin cierto pesar les da esos medicamentos que, aunque amargos, sabe que habrán de ayudarles a recobrar la salud perdida. Lo mismo hace Dios cuando caemos en pecados graves, en la peor de las locuras: todo lo que dice y hace no es para vengarse de nuestra vida de pecado, sino para librarnos de la enfermedad y la ignominia.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Terapeutica bolilor spirituale, Editura Sophia, București, 2001, p. 253)