Palabras de espiritualidad

El mundo entero refleja la presencia de Dios

    • Foto: Magda Buftea

      Foto: Magda Buftea

Si la naturaleza esconde en sí misma tanta belleza, tanta fuerza, tanto poder y nos habla de todo esto, ¿qué podemos decir de la fuente de toda esa fuerza y belleza? ¿Qué podemos decir del Señor Mismo?

¿Podríamos suponer que las flores que tanto bien les hacen a nuestros ojos, resplandecen bellamente solamente para atraer con sus colores y fragancias a los insectos, en favor de la polinización? ¡Desde luego que no! La belleza brilla en todo el mundo y Dios nos lo demuestra incluso en los seres más débiles y frágiles. ¿No han visto qué belleza tan delicada, suave y pura emanan los pétalos y las corolas de las flores llamadas “no me olvides”, o las violetas, los acianos, las campanillas de invierno y muchas más?  ¿No han sentido cuánta pureza y belleza hay en estas pequeñas creaciones de Dios? ¿No se han puesto a pensar que esas florecitas de Dios nos enseñan la pureza y la mansedumbre, de las cuales rebosan a más no poder?

¿No han pensado que el cielo estrellado tiene una influencia espiritual extraordinaria sobre nuestros corazones, por medio de la belleza que se le otorgó? Cuando elevamos la vista y vemos el cielo lleno de estrellas, no podemos evitar pensar en la eternidad. Cuando vemos los poderosos acantilados, los riscos que se esconden detrás de las nubes, cuando en los días lluviosos permanecemos en la orilla del mar y vemos cómo la tormenta levanta furiosas olas, que cubren de espuma las formas rocosas que hay en la playa, ¿no se estremece nuestro corazón de tanta emoción, contemplando el poder y la fuerza de la naturaleza? ¡Qué insignificantes y débiles nos sentimos entonces! Si la naturaleza esconde en sí misma tanta belleza, tanta fuerza, tanto poder y nos habla de todo esto, ¿qué podemos decir de la fuente de toda esa fuerza y belleza? ¿Qué podemos decir del Señor Mismo?

Él es el origen de tanta belleza y tanto poder. Él lo llena todo, Él está en todo. La admirable grandeza de las fuerzas de la naturaleza no es otra cosa que la manifestación de la vivificación de toda la naturaleza, de la cual hablé antes. En todo lo que nos rodea, el Espíritu Santo está presente. Él “está en todas partes y lo llena todo”. Todo lo que nos rodea está pletórico del poder del Espíritu de Dios y de Su amor.

(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeei, Predici, Editura Sophia, București, 2010, p. 344)