El mundo está sediento de amor
El cristianismo vino a acentuar el amor, a valorarlo, a evidenciarlo. El cristianismo tiene el propósito de salvar el amor y conducirlo, de hacer de un amor viciado, un amor verdadero.
La perfección cristiana, en esencia, consiste en dos cosas: amor y humildad. San Isaac el Sirio dice: “La perfección es un abismo de humildad”, una humildad sin fin. Por su parte, El Santo Apóstol Pablo dice: “Revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección” (Colosenses 3, 14).
Hay una verdadera sequía de amor en el mundo entero, una sequía de amor en nuestra vida personal, una sequía de amor en nuestra vida comunitaria, porque no hemos llegado a vencer nuestras pasiones. Hay mucha discordia y agitación en nuestras almas, porque las pasiones nos agitan y nos perturban.
Hay que salvar el amor, hay que redimirlo, como a cualquier cosa que el hombre puede utilizar para el bien o el mal, porque “lo que haces es lo que te hace a ti”, y San Marcos el Asceta dice que: “Si no haces el bien que conoces, no tiene sentido que conozcas otro bien”, para que lo practiques.
El cristianismo vino a acentuar el amor, a valorarlo, a evidenciarlo. El cristianismo tiene el propósito de salvar el amor y conducirlo, de hacer de un amor viciado, un amor verdadero.
Mientras más estemos llenos de amor, más felices seremos. Y, si no amamos, no seremos bendecidos con la felicidad que brota del amor. La felicidad verdadera proviene del amor.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 74)