El niño abre su corazón al confesarse
Cuando sentimos un aroma agradable, deducimos que cerca hay un jardín de flores. Lo mismo sucede con el calor espiritual: éste nos revela que nuestro Bondadoso Dios se encuentra cerca de nosotros, obrando por medio del don del sacerdote.
Al confesarse, el niño debe abrir su corazón y su mente, como una flor abre sus pétalos al sol para recibir sol y calor. Se crea, así, una atmósfera extraordinaria, en la cual el niño podrá responder con confianza, con el corazón abierto.
Luego, se trata de una situación que requiere de una delicadeza especial, de sensibilidad y atención, para no hurgar en la herida espiritual del pequeño. Intentar utilizar todos los medicamentos al mismo tiempo podría resultar, cuando menos, contraproducente. De cierta forma, el sacerdote y el niño que se confiesa se asemejan a un cirujano y su paciente: un sólo movimiento errado podría comprometer definitivamente el órgano operado.
Cuando sentimos un aroma agradable, deducimos que cerca hay un jardín de flores. Lo mismo sucede con el calor espiritual: éste nos revela que nuestro Bondadoso Dios se encuentra cerca de nosotros, obrando por medio del don del sacerdote.
(Traducido de: Preot Maxim Kozlov, Spovedania copiilor. Sfaturi practice pentru preoţi, părinţi şi copii, traducere din limba rusă de Gheorghiţă Ciocioi, Editura de Suflet, Bucureşti, 2014, p. 69)