El ojo de Dios ve todo lo que hace el hombre
Hay algo que puede librarte de una suerte tan atroz: la contrición. Las puertas que llevan a ella están siempre abiertas.
“El abismo y el infierno están delante del Señor, cuánto más los corazones de los hombres” (Proverbios 15, 11). Pero el pecador no quiere que lo vean, y, para evitar la mirada de los demás, se vale de la oscuridad de la noche o de la soledad del lugar. Solo así se convence de que nadie está presente cuando peca. Pero el ojo de Dios sí ve todo lo que hace el hombre: su ángel guardián y su propia conciencia son testigos de las maldades que comete. Por eso, hermano, cuando seas enviado al juicio, todo lo que hayas ocultado se hará evidente; esos testigos, que no aceptan ningún soborno, estarán presentes y te dejarán sin palabras. La condena será definitiva. Pero hay algo que puede librarte de una suerte tan atroz: la contrición. Las puertas que llevan a ella están siempre abiertas. Apresúrate a entrar antes de que llegue el momento que nadie espera, arrastrándote con todo y el registro de tus faltas, y anulando cualquier esperanza de recibir la misericordia divina.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Tâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Traducere din limba rusă de Adrian și Xenia Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, 2011, pp. 27-28)