El olor del alma
Cada alma emana su propio olor: un alma buena emite un olor agradable; un alma mala, un olor desagradable.
Cuando tomamos una rosa o cualquier otra flor, nos regocijamos sintiendo su fragancia. Pero, cuando sentimos un olor desagradable, inmediatamente nos apartamos y nos cubrimos la nariz.
Esto puede interpretarse de la siguiente manera. Cada alma emana su propio olor: un alma buena emite un olor agradable; un alma mala, un olor desagradable.
El Apóstol dice: “Somos el buen olor de Cristo” (II Corintios 2, 15).
Los ángeles del Cielo y también los santos, así como los los justos del mundo, sienten ese olor y se alegran si es bueno y agradable, y se entristecen si no lo es.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Ce este viaţa duhovnicească şi cum să te apropii de ea?, traducere de Elena Dulgheru, Editura Anastasia, Bucureşti, 1997, p. 206)