El origen de la alegría del cristiano
Según nuestra tradición ortodoxa, la Iglesia es el cielo en la tierra, es el gozo de la infancia rehecha, es una alegría espontánea, incondicional y desinteresada, la única capaz de transformar el mundo.
La belleza nunca es “necesaria”, “funcional” o “útil”. Cuando, esperando a alguien querido, ponemos la mesa y la adornamos con candelas y flores, hacemos todo eso no por necesidad, sino por amor. También la Iglesia es amor, espera y alegría. Según nuestra tradición ortodoxa, la Iglesia es el cielo en la tierra, es el gozo de la infancia rehecha, es una alegría espontánea, incondicional y desinteresada, la única capaz de transformar el mundo.
En nuestra devoción madura y seria, solemos pedir definiciones y justificaciones, y esto lo hacemos por temor, un temor a desnaturalizarnos, a desviarnos, a caer bajo “influencias paganas”, etc. Pero, en tanto los cristianos amen el Reino de Dios y no solamente se dediquen a hablar de él, lo seguirán “representando” y manifestando en algo artístico, algo bello.
(Traducido de: Părintele Alexander Schmemann, Pentru viața lumii – Sfintele Taine și Ortodoxia, traducere de Pr. Dr. Aurel Jivi, ediția a II-a, Editura Basilica, București, 2012, p. 36)