Palabras de espiritualidad

El padre Efrén el Filoteíta y la obediencia que aprendió de su stárets, el anciano José el Hesicasta

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Cuando el discípulo se esfuerza en cumplir con celo los mandatos de su stárets, le acompaña la bendición de Dios, porque es imposible que el discípulo que con humildad busca agradar a su mentor se equivoque en su vida espiritual.

El stárets decía que la delicadeza en el monje consiste en decir “perdóneme” y “bendito sea”. ¿Cómo? Cuando se equivoque y sea reprendido, no debe poner mil y una excusas, sino simplemente decir. “perdóneme”. Y cuando se le pida algo que implique la renuncia a su voluntad, debe saber ceder con humildad y decir: “bendito sea”.

Y agregaba:

—Un buen comienzo significa un final aún mejor. Y un mal comienzo trae siempre un final aún peor.

—¿En qué consiste un buen comienzo, Geronta?

—Cuando ustedes (los monjes) obedecen, cuando renuncian a su propia voluntad, cuando respetan su canon, cuando no le ocultan nada a su stárets y cuando hacen lo posible por no enfadarle. Listo, en esto consiste un buen comienzo. Pero, especialmente, significa pensar lo mismo que el stárets. ¿Se equivoca el stárets? También ustedes. Lo interesante es que, en realidad, ustedes no se estarán equivocando, porque la obediencia no permite que el discípulo yerre, aunque el stárets sí lo haga. La obediencia auténtica no deja que el discípulo se pierda. ¡Ustedes obedezcan con los ojos cerrados y no teman!

—¡Bendito sea!

Esto es algo que aprendí bien, de manera que no fue necesario que me lo repitieran. “Contentar al stárets”, me repetía en mi interior. Nada más. “Si hago lo que él me pide, no habrá nada a qué temerle”. Este consejo simple, pero que esconde una gran fuerza espiritual, me lo grabé en el alma, lo hice mi “credo” y mi tesoro, y me dije con determinación: “concentraré toda mi atención en hacer esto”. Y, en verdad, busqué la manera de agradar siempre al stárets, de no entristecerlo con nada, y de hacer de mi forma de vida una que respondiera a lo que él esperaba de mí. Y pensaba en mi interior: “Si no consigo esto, es que el propósito por el cual me aparté del mundo ha fracasado”. Y pude ver esto en la práctica: cuando el discípulo se esfuerza en cumplir con celo los mandatos de su stárets, le acompaña la bendición de Dios, porque es imposible que el discípulo que con humildad busca agradar a su mentor se equivoque en su vida espiritual, mucho menos que pierda el Reino de Dios.

Veamos el ejemplo de San Simeón el Nuevo Teólogo. Debido a su perfecta obediencia hacia su stárets, a su sólida confianza en él y a su humildad, se hizo digno de recibir la Gracia del Espíritu Santo en abundancia.

(Traducido de: Arhimandritul Efrem Filotheitul, Starețul meu Iosif Isihastul, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2010, pp. 232-233)