El padre N. Mandița nos recuerda la oración de Santa Ana antes de quedar encinta
Apartándose a un lugar solitario, Santa Ana oró a Dios con suspiros y encendidas lágrimas, diciendo:
«Oh, Señor y Dios mío, Todopoderoso, Tú que con Tu sola palabra creaste cielos y tierra, y todo lo que hay en ellos. Oh, Dios, Tú que ordenaste a Tus criaturas que crecieran y se multiplicaran, Tú que bendijiste a Sara, la esposa de Abraham, y en su vejez dio a luz a Isaac. Tú que le concediste a Ana, que era estéril, concebir a Samuel el profeta y a otros niños, concédeme a mí también el fruto de mi vientre, y no permitas que sea para siempre el objeto de la burla de los hombres. Adonai Sebaot, Señor, Tú que conoces el dolor de mi esterilidad, líbrame del sufrimiento de mi corazón y abre mi vientre, y haz de esta sierva yerma una que pueda dar frutos, con Tu Ominipotencia. Y sea que engendre un niño o una niña, lo dedicaré a Tu Santidad, con todo el corazón, entregándolo a Tu Iglesia para que pueda servirte ahí por siempre».
Estas cosas y otras más pensaba la justa Ana mientras suspiraba hondamente. Y, en un momento dado, el ángel del Señor se le apareció, diciéndole: «¡Ana! ¡Ana! Tu plegaria ha sido escuchada y tus suspiros han atravesado el firmamento, llegando hasta el Cielo. También tus lágrimas han caído delante del Señor. He aquí que vas a concebir y parir una niña, que será muy Bendecida. Ella traerá bendición para todos los pueblos del mundo, y por ella el mundo será salvado. El nombre de la hija que vas a concebir será María».
(Traducido de: Protosinghelul Nicodim Măndiță, Minunile Maicii Domnului, Editura Agapis, 2001, p. 31)