Palabras de espiritualidad

El padre Paisos Olaru y el llamado a la vida monacal

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Lo mejor es cuando la persona viene después de recibir ese llamado por parte de Dios, por medio de la persistente voz de su conciencia y con la bendición de su padre espiritual. ¡Este es el más hermoso llamado desde lo Alto a la vida de los ángeles!

Un principiante le preguntó cómo saber si uno tiene el llamado para la vida monacal.

—Haces bien en preguntar, hermano, porque yo también lo hice sesenta y seis años atrás, cuando entré al monasterio en Cozancea. En primer lugar, quien quiera entrar a la vida monacal debe prepararse con anticipación, desde su vida en el mundo. Debe asistir regularmente a la iglesia, orar mucho, leer libros santos, pedir el consejo de los padres más experimentados, amar la castidad, el silencio, el ayuno y la soledad. Debe, además, saber bien por qué quiere hacerse monje, y cuál es el propósito y cuáles son las obligaciones del monje ante Dios. Luego, es importante que asista a alguna ceremonia de tonsura y observe con detenimiento los votos que hace el nuevo monje. En mi caso, yo me enamoré del monasterio desde que era niño, leyendo la vida de San Sabas el Santificado, y pedía permiso para ir una y otra vez al Monasterio Cozancea, en las cercanías de mi casa. Pero mi mamá, asustada, una vez me dijo: «Hijito, espero que no quieras hacerte monje... Es una vida muy dura, con mucha oración, ayuno y postraciones. Yo misma presencié una vez cómo era tonsurado un monje, y se le veía muy débil. Y decía: “Señor, si es necesario que siga viviendo y es de provecho para mi salvación, permíteme que viva. Si no, llévame contigo.”». Así que obedecí a mi mamá. Me enrolé en el ejército y, al finalizar la guerra, me acordé de la vida de San Sabas y del fervor que sentía en mi infancia, así que me dirigí a la skete Cozancea (Botoşani), en 1921, y pasé por todos los trabajos de obediencia que existen. Pero, para que no parezca que me estoy elogiando a mí mismo, pregúntenle al padre Cleopa, porque él me conoce desde que yo era niño.

Algunos entran al monasterio atraídos por la belleza de los oficios litúrgicos, otros exhortados por algún pariente, otros porque tienen una salud endeble, o porque no se entienden con los demás en su casa, o para arrepentirse de los pecados de su juventud, o para llegar a ser sacerdotes, o por cualquier otra razón. No obstante, lo mejor es cuando la persona viene después de recibir ese llamado por parte de Dios, por medio de la persistente voz de su conciencia y con la bendición de su padre espiritual. ¡Este es el más hermoso llamado desde lo Alto a la vida de los ángeles!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 710-711)