El pecado, de hormiga a león
Para impedir que el pecado entre en nuestra mente y en nuestro corazón, debemos estar muy atentos y llenarnos de lucidez, misma que brota del temor de Dios, como dice San Máximo el Confesor: “El que cree, teme, y el que teme, espabila”.
El pecado, desde que adquiere existencia en la mente del hombre y hasta que lo lleva al suicidio, a la muerte, tiene doce niveles.
¡Dios le dio tantas fuerzas al hombre para no errar! Le dio el poder de controlarse. El hombre tiene tanto poder, concedido por Dios, que si vinieran todos los demonios del infierno, no conseguirían hacerle pecar. En los Salmos dice: “Señor, porque con el arma de la voluntad nos has coronado”. Y nuevamente encontramos en la Santa Escritura: “Dios hizo al hombre y lo dejó en manos de su propio consejo”
Les diré cómo conduce el pecado al hombre, desde los niveles más bajos y hasta llegar al suicidio, si este no está atento a detenerlo desde el comienzo. Pero ¿qué es el pecado? Según lo que dice la Santa Escritura, el pecado es la vulneración a la Ley de Dios, el aguijón de la muerte, lo más repugnante para Dios, porque es cosa que proviene del maligno.
En la Santa Escritura el pecado se llama “hormiga-león”. La hormiga-león se murió de hambre, porque no tenía que comer. Y es que al comienzo el pecado es como una hormiga, solamente un pensamiento; pero, si no le matamos con nuestra oposición, confesándonos y orando, se hará fuerte como un león.
San Efrén el Sirio dice que el pecado es un demonio, quien, inmiscuyéndose, llega a dominar completamente nuestra alma. Para podernos librar de él e impedir que el pecado entre en nuestra mente y en nuestro corazón, debemos estar muy atentos y llenarnos de lucidez, misma que brota del temor de Dios, como dice San Máximo el Confesor: “El que cree, teme, y el que teme, espabila”.
(Traducido de: Arhimandrit Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, volumul VI, ediția a II-a, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 35-36)