Aquí es necesario entender —y esto es algo en lo que insistimos mucho en nuestros seminarios— lo que es el pecado. Muchos ortodoxos tienen una idea equivocada en este punto, bajo la influencia de la forma de pensar occidental, y creen que el pecado es una falta con la cual ofendemos y enfadamos a Dios, y que también somos culpables de los pecados que heredamos de nuestros ascendientes. Esto es un grandísimo error.

En la visión de nuestra Iglesia, en la fe ortodoxa, el pecado es herida, es enfermedad. En nuestra Iglesia no se pronuncia la palabra “pecado” sin “debilidad” y sin “enfermedad”. Luego, enfermedad, impotencia/debilidad, y pecado van de la mano. Tendríamos que entender que el pecado es impotencia o debilidad, que la consecuencia del pecado es también debilidad y que es también una enfermedad que necesita ser sanada.

Un padre griego, Romanidis, dice que una característica de la Ortodoxia es que considera a la Iglesia, a la Ortodoxia misma, como sanación. La primera obra del Señor es sanarnos. Si no entendemos el pecado como enfermedad, sino “jurídicamente”, no podremos ver la relación con Dios como sanación.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 34)