El peso de nuestras obras en el camino a la salvación
“Dichosos desde ahora los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, porque sus obras los acompañan” (Apocalipsis 14, 13).
Nuestros actos son el fruto de nuestra fe, porque el hombre que cree y no tiene obras es como un árbol sin frutos. Y el árbol que no da frutos “es cortado y arrojado al fuego” (Mateo 3, 10). Nuestras buenas acciones dan testimonio de que verdaderamente hemos recibido la noticia de la salvación, y a Cristo como nuestro Salvador y Liberador.
Si mostramos frutos dignos de contrición, nos hacemos merecedores de entrar en el Reino de los Cielos. Nuestras acciones nos seguirán. “Dichosos desde ahora los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, porque sus obras los acompañan” (Apocalipsis 14, 13). Solamente nuestras buenas obras nos acompañarán al Reino de los Cielos.
Nuestra filantropía, es decir, nuestra disposición para dar, permanecerá para siempre. Los bienes materiales se perderán, desaparecerán, se irán. Pero nuestra finlantropía permanecerá para siempre, porque Dios la recordará.
(Traducido de: Arhimandritul Epifanie Theodoropulos, Toată viața noastră lui Hristos Dumnezeu să o dăm, Editura Predania, București, 2010, p. 61)