El primer necesitado al que debemos tenderle la mano
Cuando ayudamos a nuestra alma, es más fácil ayudar también a nuestro prójimo.
No creamos que solamente con cosas materiales podemos ayudar a nuestro hermano necesitado. Muchas veces, nuestra propia alma vive prisionera, pobre y vacía de virtudes. Por eso, es a ella a quien debemos ayudar primero, vistiéndola, alimentándola, liberándola de la prisión de la condena, la culpabilidad y el pecado. Y, cuando ayudamos a nuestra alma, es más fácil ayudar también a nuestro prójimo.
Acordémonos de cuánto descendió Cristo. Descendió, y dijo: “Recibidme también a Mí como a un pobre; lo que le deis a este pobre, a Mí me lo estaréis dando. Y Yo tomaré lo que me ofrezcáis, y por esto os daré Mi Reino”.
(Traducido de: Părintele Efrem Athonitul, Despre credință și mântuire, tradusă de Cristian Spătărelu, Editura Bunavestire, Galați, 2003, p. 11)