El que ama, no sufre
La maldad es opresiva, el amor y la virtud liberan.
Sufre el que odia, el que siente maldad, el que vive en la oscuridad de lo perverso, el que está lleno de envida y celos. Quien ama, no sufre. La maldad es opresiva, el amor y la virtud liberan. El amor de Dios es descanso espiritual. Pidámosle al Dios del Amor que entre en nuestros corazones, que podamos sentirlo y, así, ser capaces de entregarnos a nuestro semejante.
Para librarnos de la deuda de nuestros pecados, debemos entregarnos a nuestro prójimo... El amor a Dios y al semejante son las dos grandes virtudes que sostienen todo edificio espiritual. Si faltan estas dos grandes virtudes, todas las demás no tienen ninguna base, ningún fundamento.
(Traducido de: Părintele Efrem Athonitul, Despre credinţă şi mântuire, tradusă de Cristian Spătărelu, Editura Bunavestire, Galaţi, 2003, p. 25)