El reflejo de la dignidad del sacerdote
Cada uno de sus pasos y movimientos debe caracterizarse por su mesura y sensatez. Incluso su rostro debe ser un reflejo de orden e integridad.
El sacerdote debe saber guardar la discreción y la dignidad de su función incluso al andar; en ningún caso debe imitar el grácil movimiento de la mujer, o el tumulto y la agitación de los más jóvenes. Cada uno de sus pasos y movimientos debe caracterizarse por su mesura y sensatez. Incluso su rostro debe ser un reflejo de orden e integridad, al igual que otros aspectos como la forma de peinarse y el cuidado de su vestimenta. En todo caso, debe evitar caer en los extremos: ni exagerar el cuidado, ni mostrarse negligente. Porque cada uno de esos dos extremos es digno de desprecio y ajeno a la función sacerdotal.
(Traducido de: 'Sfântul Nectarie, Despre preoție, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 67)