Palabras de espiritualidad

El sacerdote y su santificada función

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Hay quien me ha preguntado, más de alguna vez: “¿Por qué debo contarle esto también a mi confesor, si ya se lo relaté todo a Usted?”.

Con nosotros, los monjes y las monjas, las personas se abren más fácilmente, porque no juzgamos a nadie, porque sentimos compasión por quienes sufren por causa del pecado, porque oramos más —sin tener jamás la certeza de que hacemos bien lo que hacemos—, porque tenemos también ciertas “estrategias” de la ciencia secular, porque hemos adquirido cierta experiencia...

Hay quien me ha preguntado, más de alguna vez: “¿Por qué debo contarle esto también a mi confesor, si ya se lo relaté todo a Usted?”. Y les respondo: “Yo no le puedo absolver de sus pecados, no puedo desatar la fuerza del espíritu que le tiene atado/atada al pecado. Lo que puedo hacer es orar por Usted, porque mi oración le ayuda... pero no puedo sacarle de esa zona del mal. Lo que Usted necesita es la Gracia de Dios, esa que se da y obra solamente por medio de esos varones elegidos por Él, a quienes santifica y les otorga el don de la santificación y la absolución”. ¿Por qué? ¡Porque así lo quiso Él, Dios mismo!

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Doamne, unde-i rana?, Editura Doxologia, Iași, 2017, p. 25)