El Sacramento de la Confesión nos hace ver tanto nuestras faltas como nuestros dones espirituales
Cada fiel debe ser recibido con delicadeza y comprensión, con amor y misericordia, ayudándole a salir de su desesperanza y de la repulsión del pecado, para entrar en la luz del encuentro con el Dios que es bueno y amoroso.
En el Sacramento de la Confesión, el sacerdote tiene la misión de ayudar al fiel a revelar no solamente sus pecados, sus miserias y las maldades cometidas (para entender el daño temporal y eterno que pueden causarle al hombre), sino especialmente las bellezas interiores que están latentes en cada persona. Por eso, cada fiel debe ser recibido con delicadeza y comprensión, con amor y misericordia, ayudándole a salir de su desesperanza y de la repulsión del pecado, para entrar en la luz del encuentro con el Dios que es bueno y amoroso.
Cada fiel debe ser llevado a entender que Cristo se hizo crucificar por él, y que también nosotros tenemos que crucificarnos ante el pecado, para resucitar con Cristo. Así, cada Confesión tendría que llevar al creyente a la conciencia de sus bondades interiores, que, mientras más las ofrecemos —y más desinteresadamente— a los demás, más refulgentes se vuelven, aunque esto no sea razón para que alguien se envanezca.
(Traducido de: Ieromonahul Adrian Făgețeanu, Ieromonahul Mihail Stanciu, De ce caută omul contemporan semne, minuni și vindecări paranormale? Un răspuns ortodox, Editura Sophia, București, 2004, pp. 44-45)