El Señor se nos da, para que nosotros nos demos a los demás
En el Misterio de la Divina Eucaristía, del Cáliz de la Vida, recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y nos hacemos uno con Él.
Cristo, Aquel a quien recibimos cada vez, no viene solo a calentarnos, sino a encender en nosotros un fuego que queme el mal y el pecado. En nuestra alma acogemos al Señor del Cielo y la tierra… ¿Acaso nos queda entonces tiempo para pensar que algo nos ha molestado o que el prójimo nos ha entristecido? ¡No! Más bien, estaremos siempre alegres, seremos siempre indulgentes, siempre compasivos.
En el Misterio de la Divina Eucaristía, del Cáliz de la Vida, recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo y nos hacemos uno con Él. Alcanzamos así nuestro fin: la deificación. Dios es todopoderoso; fuerte será también el creyente, puesto que se hace uno con Él. Cuando el hombre está unido a Dios, ya no es atraído por ninguna tentación.
(Traducido de: Părintele Eusebiu Giannakakis, Să coborâm Cerul în inimile noastre!, Editura Doxologia, Iași, 2014, pp. 13-14)
