Palabras de espiritualidad

El sentido de nuestra vida terrenal

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Para aquel que no cree en la existencia de Dios, la vida carece de sentido. Y es realmente terrible ver a alguien que se afana con tesón en esta actitud de rechazo a la bondad divina.

Muchas personas, por causa de las graves adversidades que tienen que enfrentar en esta vida, y también debido a su falta de experiencia y práctica espiritual, terminan cayendo en la incredulidad; aún peor, hay quienes llegan a extremos tales como el suicidio.

Para aquel que no cree en la existencia de Dios, la vida carece de sentido. Y es realmente terrible ver a alguien que se afana con tesón en esta actitud de rechazo a la bondad divina.

Esta vida está hecha de momentos. Y es así como la tentación del maligno arrastra a muchos a dejar de creer en Dios. Pero tendrían que volver a Él y permitir que los ilumine, con tal de conocer sus propios pecados. Nuestro Buen Dios, como un padre amoroso, permanece siempre a la espera de que volvamos a Él y le reconozcamos Su paternidad. Los que llegan a la vejez sin creer en Dios, son verdaderamente dignos de toda compasión. La fe es un refugio, un soporte, una esperanza, un auxilio efectivo que puedes sentir solamente si tu sensibilidad espiritual no se ha visto alterada; la fe es, en pocas palabras, el sentido de nuestra vida terrenal. ¿Qué otro propósito podría tener nuestra vida y nuestra razón, que nos hace ser los soberanos de este mundo, si no creyéramos en Dios?

La falta de fe en Dios es un auto-oscurecimiento, una auto-animalización. El animal no tiene mente, pero el hombre sí, aunque no sepa valorarla, tal como dice el profeta David: “El hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja” (Salmos 48, 12). Este parece ser su anhelo: asemejarse a los animales irracionales.

Toda nuestra vida tenemos que luchar contra esos pensamientos de incredulidad hacia Dios, y apartarlos. ¿Quiénes caen con más facilidad en este pecado del descreimiento? Aquellos que de niños no tuvieron una correcta educación religiosa, los que no han tenido un solo ejemplo de fe en la familia (padres incrédulos o indiferentes), los que rechazan de plano los Sacramentos de la Iglesia, etc.

(Traducido de: Arhimandritul Ioachim PârvulescuSfânta Taină a Spovedaniei pe înțelesul tuturor, Mănăstirea Lainici – Gorj, 1998, Editura Albedo, pp. 61-62)