Palabras de espiritualidad

El sentido del sufrimiento, en el sufrimiento de Cristo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El Hijo de Dios sabe qué significa clamar: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?” y recibir el silencio como respuesta.  Él, que era Inocente, asumió todos los pecados del mundo.

Cosas horribles les pasan a algunas personas realmente maravillosas. Incluso a niños inocentes, quienes nunca le han hecho daño a nadie como para merecer semejante suerte. No hay justificaciones filosóficas o respuestas fáciles que puedan explicar el problema del sufrimiento. El sufrimiento es un misterio. El relato de Job termina con un encuentro con el Todopoderoso, el cual reduce a la nada todas nuestras hipótesis. No hay una respuesta en esta vida. Cuando hablamos del sufrimiento, no nos planteamos un problema como el de un simple “1+1 = 2”. Desde el cielo, lo que viene es un silencio profundo, un silencio que, finalmente, cada uno de nosotros encontrará en determinado momento de su vida, si es que no le ha sucedido ya.

La impresionante realidad de Jesucristo nos dice que Él conoció totalmente la agonía y el dolor humanos con el silencio de Dios. Entrando en ese silencio desgarrador —viviéndolo por todos los hombres—, Cristo rompió el silencio. El Eterno, asumiendo el sufrimiento humano y muriendo con la vestidura de nuestro cuerpo sobre una Cruz, cambió completamente el epicentro de nuestra relación con el misterio del sufrimiento. Dios no se quedó callado en el Cristo Encarnado. Al contrario, transformó el sufrimiento y le dio un significado. El Hijo de Dios sabe qué significa clamar: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?” y recibir el silencio como respuesta.  Él, que era Inocente, asumió todos los pecados del mundo. No hizo nada para merecer la crucifixión o la condena de los demás. Y, sin embargo… sufrió por nuestra libertad y nuestra sanación.

Y no estamos hablando aquí de la “ley del karma”, sino de la ley de la Gracia. Es la fuente divina de donde el artista sorbe para poder pintar los sufrimientos y el gozo de la humanidad. Él es partícipe de los sufrimientos de Cristo. Se introduce en el amor compasivo de Dios y abraza el misterio del Crucificado, invocando el poder de la Resurrección. De este brotan misericordia y sanación para cada hombre que contempla lo que está pintado con interpretaciones, cánticos y obras de arte.

(Traducido de: Jonathan Jackson, Taina artei. A deveni artist după chipul lui Dumnezeu, traducere de Dragoș Dâscă, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 63-64)