La cruz, que hasta antes de la crucifixión de Cristo había sido considerada un mero instrumento de tortura, despertando repulsión y terror, después de la muerte de Cristo en ella se convirtió en el arma y el signo de nuestra salvación. Fue con ella que Cristo venció al demonio; desde ella descendió al infierno y, librando a los que allí eran atormentados, los llevó al Reino Celestial. La imagen de la Cruz es algo terrorífico para los demonios y, como símbolo de Cristo, es venerada por los cristianos. El Señor se la mostró en el cielo al emperador Constantino, cuando este se hallaba de camino hacia Roma para luchar contra el tirano que había usurpado el poder; haciéndose un estandarte con la forma de una cruz, el emperador Constantino obtuvo una contundente victoria.

Con la ayuda de la Cruz del Señor, el emperador le pidió a su madre, la emperatriz Elena, que buscara la vivificadora Cruz. Y ella, dirigiéndose a Jerusalén, después de una admirable búsqueda, finalmente la encontró. ¡Cuántas sanaciones y cuántos milagros tuvieron lugar y siguen ocurriendo gracias a la Cruz del Señor! Con ella, el Señor protege a Su pueblo de todos los enemigos visibles e invisibles. La Iglesia Ortodoxa celebra con gran solemnidad el descubrimiento de la Santa Cruz, recordando también el momento en que esta se le apareció en el cielo al emperador Constantino.

(Traducido de: Sfântul Ioan Maximovici, Predici și îndrumări duhovnicești, Editura Sophia, București, 2001, p. 91)