El sueño benéfico y el sueño como tentación
Me preguntaba alguien qué hago yo para alejar el sueño. Y le respondí que lo que hago es acostarme. Sí, esta es, de hecho, una forma de alejar el sueño. Dios no nos dio el sueño para que lo alejáramos, sino para que lo aprovecháramos. ¡Que Dios te libre de no poder dormir!
Me preguntaba alguien qué hago yo para alejar el sueño. Y le respondí que lo que hago es... acostarme. Sí, esta es, de hecho, una forma de alejar el sueño. Dios no nos dio el sueño para que lo evitáramos, sino para que lo aprovecháramos. ¡Que Dios te libre de no poder dormir! Cuando me despierto de madrugada, mi primer pensamiento es: “¿Señor, qué puedo hacer para seguir murmiendo?”. De niguna manera busco cómo dejar de dormir. ¿Por qué? Porque si no duermes de noche, el sueño te vendrá durante el día, haciéndote más lento, aletargándote. Así que todo debe pensarse bien y utilizarse bien. Por eso, le pedimos a Dios y le agradecemos por el sueño que nos da para reponernos.
Cuando vine al monasterio, decían los monjes que entonces lo habitaban, que el maligno viene y te ataca al anochecer, para que no puedas seguir orando. Desde luego que nunca compartí tal afirnación, porque pensaba que si el maligno viene al anochecer para estorbar la oración, debería hacerlo también por la mañana, porque también al amanecer oramos... y, desde luego, tampoco le convendría que oráramos por la mañana. Entonces, me preguntaba, ¿por qué no nos ataca por la mañana, sino sólo al caer la noche? ¡Simplemente porque no se trata del maligno, sino de otra cosa, el cansancio! Entonces, no está bien señalar al maligno por todo lo que pasa.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniţi de luaţi bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, p. 156)