El sufrimiento de nuestro Señor
Son pocos los que meditan profundamente sobre lo que vivió el Señor en Su corazón en esos momentos.
No pensemos que solamente en la Cruz soportó el Señor sufrimientos indescriptibles, tormentos atroces. Fue en el huerto de Getsemaní, a la luz de la luna, que el Señor tuvo que hacer frente a un suplicio aún más cruel. ¡Y cómo sintió ese dolor! ¡Con qué fervor oró a Dios Padre: “¡Padre Mío! Si es posible, aparta de Mí este cáliz. Pero que no se haga Mi voluntad, sino la Tuya” (Mateo 26, 39).
Puede que algún insolente piense: “¡Qué cobardía! ¿Por qué le pidió al Padre que le apartara el cáliz del dolor, si fue precisamente para ese dolor que vino al mundo?”. Tristemente, son pocos los que meditan profundamente sobre lo que vivió el Señor en Su corazón en esos momentos. No todos saben por qué Su oración al Padre contenía tanto dolor. No todos se estremecen recordando que sobre Su rostro caían gotas de sudor como de sangre. Sin embargo, es necesario que todos sepamos que la lucha espiritual que vivió el Señor, al orar en Getsemaní, fue la más grande y, al mismo tiempo, la más dura y terrible prueba de Su vida.
(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeei, La porțile Postului Mare, Editura Biserica Ortodoxă, București, 2004, p. 63)