Palabras de espiritualidad

El testamento espiritual de un stárets para su comunidad de monjes, recordándoles la responsabilidad de la función sacerdotal

  • Foto: Maria Burla

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“Nosotros, hermanos, quienes voluntariamente nos comprometimos a orar por el pueblo ante Dios, no nos podemos permitir perder el coraje en el santo cumplimiento de nuestros deberes monacales. Al contrario, tenemos que fijar la mirada de nuestra alma en Dios, siempre con una firmeza invencible…”

Archimandrita Germán Ionescu, del Monasterio Tazlău de Neamţ († 1885)

El archimandrita Germán fue parte de la comunidad del Monasterio Neamţ. Un monje devoto, muy culto y dedicado al servicio de la Iglesia de Cristo. Conocía muy bien el idioma eslavo y también tenía conocimientos del griego. En 1857 escribio la memoria del Monasterio Agapia y otros textos espirituales, que, lamentablemente, no sobrevivieron al paso del tiempo.

En 1867, el archimandrita Germán Ionescu fue nombrado stárets del Monasterio Tazlău (Neamţ), que se hallaba prácticamente en ruinas. Esto fue justamente después de iniciada la secularización promovida por las autoridades. Acordándose de la importante reputación de antaño de dicho monasterio, así como de los venerables Ciríaco y Onufrio, entre otros conocidos monjes del siglo XVII, el stárets Germán intentó, en la medida de sus posiblidades, revivir la vida espiritual de este eminente cenobio de Moldova.

Lo primero que hizo fue traer un grupo de monjes al monasterio, porque no tenía con quién celebrar los oficios litúrgicos. Después, transcribió con su propia mano la lista de fundadores y benefactores del santificado lugar, la cual todavía se conserva, y reorganizó el orden de los oficios litúrgicos en idioma rumano. Asimismo, hizo traer una campana nueva y dotó a la iglesia del monasterio con libros nuevos, candelabros, vestimentas sacerdotales, etc. En 1867, el Monasterio Tazlău tenía 10 monjes que celebraban los distintos oficios litúrgicos de cada día.

En 1881, el archimandrita Germán fue trasladado al Monasterio Agapia para que sirviera como padre espiritual. En su testamento, entre otras cosas, dejó las siguientes palabras para sus discípulos:

«Nosotros, hermanos, quienes voluntariamente nos comprometimos a orar por el pueblo ante Dios, no nos podemos permitir perder el coraje en el santo cumplimiento de nuestros deberes monacales. Al contrario, tenemos que fijar la mirada de nuestra alma en Dios, siempre con una firmeza invencible, porque Él es el único centro de la estabilidad y la verdad, y fue a Él a quien decidimos servir con perseverancia. Que aquellas palabras de San Juan Crisóstomo, dirigidas a los sacerdotes, nos ayuden a huir de la pereza y la indiferencia: “Me parece que, de entre todos los que han recibido la ordenación sacerdotal, son muy pocos los que se salvarán”. También la estremecedora advertencia del Espíritu Santo, pronunciada por medio del profeta Jeremías: “¡Maldito aquel que hace la obra del Señor con negligencia!” (Jeremías 40, 10).

En esta maldición pueden caer fácilmente los sacerdotes que, por dejadez u orgullo, creyéndose juiciosos, se atreven a reformar la estructura de los oficios litúrgicos. Incluso renunciando a algunas cosas, como la lectura de las listas de difuntos, algo que está prescrito por los cánones de la Iglesia.

En lo que respecta a las listas de difuntos, tengo una esperanza viva en la conciencia de todos ustedes, hermanos sacerdotes, confiando que, aunque no las lean bien, al menos no las acorten, sabiendo que nuestro mismo Dios se ofrece como sacrificio cada día con ese mismo propósito. Quiero terminar con unas palabras de nuestro Señor Jesucristo: “Todo lo que queráis que hagan con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos” (Mateo 7, 12). Su hermano en el amor de Cristo, Germán Ionescu, Archimandrita».

En el Monasterio Agapia, el archimandrita Germán publicó, en 1880, un “compendio” de los monasterios de la región de Neamţ, así como otros textos de edificación espiritual. En 1885 se retiró a su monasterio original y ahí entregó su alma en las manos del Señor.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 453-454)