Palabras de espiritualidad

El valor de la virginidad. Entre la prudencia y la insensatez

    • Foto: Flavius Popa

      Foto: Flavius Popa

La castidad tiene un gran valor para Dios. La Santísima Virgen se hizo digna de ser la Madre del Hijo de Dios; y, permaneciendo siempre en ese virginal estado, ha sido llamada Santísima.

La castidad tiene un gran valor para Dios. La Santísima Virgen se hizo digna de ser la Madre del Hijo de Dios de una forma que está más allá de lo natural; y, permaneciendo siempre en ese virginal estado, ha sido llamada Santísima. Sin embargo, no toda la castidad es buena y encomiable, como podemos observar en el pasaje evangélico de las diez vírgenes: “Cinco de ellas eran prudentes, en tanto que las otras cinco eran insensatas” (Mateo 25, 2), es decir que estas últimas guardaban una virginidad solamente exterior, en tanto que por dentro se mancillaban con pensamientos impuros, dejándose vencer también por otras pasiones, como la avaricia, la soberbia, la envidia, el odio, la ira, el rencor y el desenfreno...

Por eso es que el Señor reprende así a quienes se les asemejan: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas que se arrepientan entrarán en el Reino de Dios antes que vosotros” (Mateo 21, 31); y a los que son falsos les dice: “pero los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera” (Mateo 8,12).

(Traducido de: Sfântul Ambrozie de la Optina, Filocalia de la Optina, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2009, p. 139)

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