Palabras de espiritualidad

El valor fundamental del coraje en la persona del cristiano

    • Foto: Oana Nechifor

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Sin coraje, la existencia de la Igesia habría sido inconcebible. Para crearla fue necesario el coraje de su Fundador, y, para que persistiera en el tiempo, el de Sus discípulos.

Es una cualidad cristiana muy raras veces mencionada, a pesar de ser fundamental. Puede que, después de las virtudes teologales, ocupe el lugar principal. Sin coraje, la existencia de la Igesia habría sido inconcebible. Para crearla fue necesario el coraje de su Fundador, y, para que persistiera en el tiempo, el de Sus discípulos.

Se nos habla de la mansedumbre del Señor, que lo asemejó a un dulce y callado cordero. La metáfora es justificada y conmovedora. No lo es menos esa que adopta como palabra-imagen un león valiente. ¿Quién podría haber elegido subirse a la cruz, aceptando voluntariamente una de las muertes más atroces que nos podemos imaginar, sino un valiente con corazón de león? ¿Qué ser, sino uno poseedor de una fuerza inamovible, hubiera soportado durante tres años y medio, con serenidad, el odio, la enemistad, la perfidia y las emboscadas de los enemigos? ¿Quién hubiera podido presentarse impasiblemente y sin temor ante la autoridad y el sanedrín? (¿Ante la indiferencia de unos y la aversión de los otros?) ¿Y de qué otra manera, sino como un acto de coraje, podría considerarse la decisión de los Apóstoles de salir a predicar entre quienes les eran hostiles, sin llevar consigo ni siquiera un morral, un cayado, un trozo de pan o un poco de dinero? ¿Y qué otros individuos, sino unos que ignoraban lo que era el temor, habrían soportado los tormentos más terribles, sin renunciar, aun a cambio de las promesas más tentadoras, a su fe? En consecuencia, no es una inexactitud, desde un punto de vista histórico, mucho menos exagerado, desde un punto de vista psicológico, decir que la sangre de los mártires constituye el ornamento, la púrpura y el visón de la Iglesia; es también su fundamento, en el sentido más estricto y más técnico de la palabra.

(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Monahul Nicolae Delarohia, Dăruind vei dobândi, Editura Dacia, 1997, p. 252)

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