Palabras de espiritualidad

El verdadero amor es exigente también

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Cuando amamos debemos saber distinguir entre “conceder” y “permitir”. Mi amor por el otro no debe dejarme aceptar que pierda su alma. Con muchísima paciencia y respeto por la libertad que Dios le ha dado, debo sugerirle —con una amorosa autoridad, no tiránica— el camino correcto. El amor no da un golpe sobre la mesa, sino que sabe imponerse y salvar por su misma ascendencia.

La responsabilidad en el amor debe redoblar su exigencia. El amor laxo, ese que permite que la otra persona se haga cada vez más pequeña, más cruda, más egoísta, no es amor en absoluto. Es traición.

El amor debe ser exigente. No en el sentido brutal, no de la forma en que procedemos con frecuencia, pidiendo que el otro haga por nosotros lo que no haríamos por él, llenándole de cargas que no queremos portar nosotros mismos. 

La exigencia la expresamos, ante todo, animando a quien amamos, recordándole su valor e importancia, y que dispone de todo lo necesario para avanzar a una humanidad más alta. 

(Traducido de: Mitropolit Antonie de Suroj, Despre credință și îndoială, traducere de Mihai Costiș, Editura Cathisma, București, 2007, pp. 69-70)

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